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Artículo de José Carlos Llop (20/09/15)

"La estrella fenicia"

No recuerdo Palma sin Carlos Garrido y eso que Carlos no llegó a Palma hasta 1976. Sin embargo nunca he sabido disociar mi ciudad natal de su figura. Quizá sea cosa de su altura. Carlos es alto y tiene una manera de moverse muy particular: mientras anda -y es un andarín empedernido, ríanse de los filósofos peripatéticos y de Robert Walser-, el cuerpo de Carlos se balancea como si su única función fuera la de mantener sometida su cabeza a un baile desde el que poder verlo todo. Y todo, quiere decir todo. La cabeza de Carlos Garrido -que es una testa notable- baila en lo alto de sus altos hombros y atrapa los rincones de la ciudad, las sombras que no vemos, los espíritus de los que se fueron, las letras que nos apuntalan... Quizá sea eso, ya digo, pero hay algo más. Y ese algo se ramifica en distintas y variadas direcciones cuyo denominador común es la escritura.

Carlos Garrido vino a hacer la mili a Mallorca y entró a trabajar en Diario de Mallorca. Hizo reportajes y entrevistas, dirigió el suplemento de cultura en la segunda mitad de los setenta, se trajo a Baltasar Porcel y fue subdirector del periódico muchos años (y si no lo fueron a mí me lo parecieron, ya digo que con él sufro de estas distorsiones temporales). Pero había algo más y estaba al otro lado de la realidad cotidiana y de la realidad periodística. Eso le hizo acercarse a Cristóbal Serra y la conjunción fue prodigiosa para ambos. Si me hicieran nombrar a una sola persona que ha conocido de verdad, de verdad, a Serra, nombraría a Carlos Garrido. Pero no sólo. Cuando Carlos se acercó a Cristóbal, éste ya era su propio personaje y había publicado Péndulo y Viaje a Cotiledonia. Entonces Carlos se convirtió en su editor: en el editor de uno solo de sus libros, pero qué libro. Carlos Garrido creó un sello, -Aucadena, su nombre- y publicó Diario de Signos, el libro, creo yo, clave para entender la obra y la personalidad de Cristóbal Serra. Como una sombra luminosa que se proyectara hacia adelante y hacia atrás y a todo le diera un sentido exacto. Diario de Signos, sin Carlos, probablemente hubiera sido otra cosa, o hubiera cumplido otra función más pobre en el tiempo serriano. En aquel momento fue esencial para el escritor mallorquín.

Al mismo tiempo, Carlos perseguía rastros arqueológicos, investigaba mitos mediterráneos, localizaba sus encarnaciones locales y escribía novelas y ensayos. Su trilogía sobre el lado mágico de las Baleares encierra todos los misterios que hasta ese momento estaban dispersos o eran desconocidos. Sin dejar de tener -y de contárnosla- la mirada puesta en Palma a través de sus columnas diarias en esta casa. La escuela de Juan Bonet y de Gafim, sí, sólo que esa mirada ya había pasado por la izquierda universitaria, el hippismo, la música rock, la contracultura de las drogas y los movimientos de los 60/70. Por eso era una mirada distinta sobre el hecho urbano, enriquecida por la contemporaneidad y desdeñando la exaltación de lo anacrónico por el mero hecho de serlo.

Lo pensaba estas últimas semanas, tras leer sendas columnas de Garrido en estas páginas. Una sobre las Perseidas y otra sobre lo difícil que resulta ahora bañarse en el Mediterráneo, si pensamos que es el mismo mar donde se ahogan los refugiados y los subsaharianos. Había en la primera algo fresco, luminoso que invitaba a la sonrisa y a empezar el día con la amabilidad que tantas veces la vida niega. Es el tono Garrido. En la segunda el tono era idéntico hasta llegar a la mitad: ahí surgía el drama que como todos los dramas convive con nosotros mientras vivimos como si no fuera así. Pensé en él y en su vida desde hace algunos años: en la pérdida terrible y en el magnífico libro que surgió de ella: Te lo contaré en un viaje. Que no fue sólo un libro sino una metamorfosis y a partir de ahí Carlos Garrido fue otro, como otro estaba llamado a ser. Este otro vive junto al mar, en uno de los mejores paisajes de la isla, y de vez en cuando regresa a la ciudad -él, que ha vivido en todos sus barrios, como un topógrafo detectivesco- y aquí escribe monólogos teatrales, nos descubre la vida del cementerio palmesano, o las voces que se esconden en el castillo de Bellver. Mientras tanto la vida continúa y Carlos la otea desde lo alto de su mirada. Sigue paseando y sigue escribiendo -lean La memoria de las olas, sobre el alzhéimer materno- y sigue fiel a su juventud, guitarra en mano. Cuando te lo encuentras por la calle y charlas con él, lanza de vez en cuando una risotada y acaba la frase apostillando: chico, ya sabes...

Pero vuelvo al principio. Siempre he asociado Palma y Carlos Garrido, como si no hubiera un pasado previo. Un pasado que no conocemos, porque ha quedado oculto tras los trabajos y los días del continuum mallorquín de Garrido. Hasta ahora. Hace pocos meses publicó un libro que es la arqueología de sí mismo y su proyección en el presente: el origen de quien después ha sido y es. Se titula La estrella fenicia y todos aquellos que queremos a Carlos deberíamos leerlo. ‘Me veo en las fotografías de la época y estoy mirando no sé dónde. Muy delgado, fumando. Con un vacío oscuro en las pupilas que sólo yo sabía qué albergaba’, escribe en una de sus páginas. Habla de su adolescencia y primera juventud, donde -como en Diario de Signos- están las claves de los distintos Carlos que, sin dejar de ser el mismo, vendrían después y van apareciendo a lo largo del libro. Unas ‘memorias taumatúrgicas’, que es como lo subtitula, escritas para curar y curarse. La fotografía de la cubierta es de época. Estupenda. Carlos Garrido, de la estirpe de Aníbal, sí, pero también el druida junguiano que sonríe y se ríe y ha enriquecido el territorio donde nacimos, con una mano desnuda -la literatura- y otra enguantada -el periodismo-. Como en su fotografía de veinteañero con bufanda larga y pitillo en los labios.


Entrevista en Diario de Mallorca (05/02/14)



En los informativos de IB3



Lleno total en la presentación de 'La Estrella Fenicia'

La capacidad del teatro Sans se quedó pequeña. La noche del pasado martes 14 se presentaba el proyecto de “crowdfunding” de “La Estrella Fenicia”, el último libro de Carlos Garrido. Más de un centenar de espectadores ocuparon la sala, y un numeroso grupo tuvo que quedarse a las puertas del evento.

Garrido explicó las características de este proyecto, que relacionó con las ediciones por suscripción que se realizaban hace años. Defendió el interés de esta nueva forma de financiación editorial, que además supone una “relación de proximidad entre el autor y el lector”.

A continuación, Miguel Eek presentó el vídeo promocional que ha escrito y dirigido, que en poco más de un minuto da una idea poética y emocional del contenido del libro. Después, Garrido explicó que esta obra tiene para él una doble motivación: por un lado es una crónica generacional desde los años 50 hasta la actualidad, y por la otra supone una reflexión sobre la “cara B” de la vida: los sueños, las coincidencias, la presencia de la muerte...


Carlos Garrido en un momento de la presentación
Fue el actor Xim Vidal quien leyó a continuación un fragmento de “La Estrella Fenicia”, dedicado al fantasma del aviador alemán muerto en Cabrera. Garrido explicó también anécdotas divertidas de su juventud, como la frustrada carrera de su primero grupo de rock.

Ivo Erasmo dio la nota de humor. Apareció disfrazado de “Yanku”, un supuesto terrorista de los países del Este. Su gag sobre la “Operación Miliki” fue muy celebrado. Para acabar, Garrido dio su interpretación sobre el papel de los sueños, el Inconsciente y los sentimientos como verdadero sustrato de la vida. Y consideró que únicamente la música nos permite acceso a él.

En este punto se produjo la participación de Luis Alberto Segura, LA, quien en medio de una atmósfera de gran intensidad cantó en acústico una de sus canciones.

Al acabar el acto, los presentes podían pagar la cuota para adquirir el 25 de marzo “La Estrella Fenicia”, o recibían la información para realizar la suscripción vía internet.

El próximo evento en Palma será el 7 de febrero, cuando Gabi Rodas entrevistará en directo a Carlos Garrido sobre su libro en el Espai Xocolat.